Ir al contenido principal

Tengo (nada)


Tengo una muerte por delante
y una vida por acechar,
un futuro que me huye
y un pasado que no es.

Tengo una conciencia machacona
y una impulsividad racional,
unos años que me arañan
y una incipiente ancianidad.

Tengo una melancolía que no descansa
y un recuerdo que se fue,
una esperanza que no espera
y una tristeza que es auto de fe.

Tengo una desgana enamorada
y un naufragio en bajamar,
una presencia invisible
y un silencio atronador.

Tengo,
que por tener
no tengo nada
y, ese nada, algo es.

Y si me buscas
no me encuentras,
mi sombra, que no es mía,
hace siete noches y algún día
que se fue.

Imagen: Pixabay
Poema registrado en Safe Creative Código de registro: 1603116883292

Comentarios

Entradas populares de este blog

Todo sobre Hansel y Gretel

Añadir leyenda   Cuando los celos obsesivos y enfermizos gobiernan sobre un amor devoto y ciego, no hay orden que equilibre al caos que se avecina. Y es aún peor cuando esos celos clavan sus garr as sobre dos almas puras e inocentes.       Pasó lo que nunca debió de pasar. Que aquella madrastra, cuyas entrañas no gozaban del fuego de la maternidad decidió cargarse de argumentos para deshacerse de esos niños que ella nunca parió. No soportaba sus risas, sus llantos, ni sus juegos y mucho menos que le disputaran el amor de su marido, un leñador apocado y sin carácter.      El machaconeo incesante sobre la falta de recursos para alimentarlos decidió resolverlo con la idea delirante del abandono. Y aunque la sangre le llamaba a proteger a su sangre, aquella mujer que no era suya, más bien él le pertenecía a ella en cuerpo y alma, ya había dictado sentencia e impuesto la pena sin juicio, ni defensa.       Decidieron en la noche planear el modo y la forma, pero las almas

Loco solitario

Solitario como alma errante en mitad de la noche, ve derramar las horas, los días y la vida, en aquel viejo reloj de arena. Bordeando apenas la locura, baila descalzo abrazado a su depresión. La tristeza es la eterna compañera de baile de aquel joven de cuerpo ingrávido, espectador a tiempo completo y eterno soñador. En su último acto ya no queda nadie, solo cuatro sillas vacías, las paredes llenas de recuerdos y unos rayos de sol deslucidos que atraviesan las rendijas de aquel polvoriento salón. Las estrellas ya no brillan en sus noches, se apagaron cuando ella se marchó dejando tras de sí la lluvia en sus ojos, y una tormenta de desesperación. ¡Danza, danza maldito! danza entre las flores raras de tu negra amargura, estrecha la cintura de tu pena por un amor desairado. Danza porque te olvidaste de vivir tu vida, viviendo del pasado y te rendiste sin condición. ¿Para qué quieres vivir infeliz? se pregunta en voz alta mientras mesa sus cabell

El amor ni se compra, ni se vende