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Mostrando entradas de junio, 2015

Una rosa para la bestia

Por qué le llamaban bestia si solo era un hombre con el corazón roto desde que el otoño le arrebatase de sus brazos lo que más quería. Desde entonces, sus días se tiñeron de gris y sus noches se volvieron un pozo oscuro y vacío. Nada le importaba ya, ni su hacienda, ni sus viejos criados, mucho menos su vida. Enfadado con el destino, con el mundo y consigo mismo dejó que el abandono poblara sus cabellos de greñas sin brillo y una barba sin principio ni fin, y entre tanta selva, unos ojos azules que no brillan; salvo cuando una lágrima huye por la ventana. ¿Dónde se fueron aquellos días felices? dime. ¿Dónde te escondes amor? El silencio no responde, solo se oye la tristeza susurrar en su corazón. Aún le quedaba aquel rosal de flores aterciopeladas, su rosal favorito, donde a veces conversa con ella, donde de alguna manera atenúa su dolor. Siempre hay un día en el que todo se pone patas arribas, y como todo lo imprevisible en esta vida, ese día

Siete hombres para Blancanieves

Otra vez hablando sola con el espejo. Desde la puerta la curiosidad espía sus movimientos, hastiada de verla frente a frente a su locura siempre con misma pregunta. Espejito, espejito ¿quién es la mujer más hermosa del reino? La esquizofrenia trepa como una negra sombra por los muros de su delirio para hacerla presa de ese extraño fanatismo casi religioso y ella misma se responde: es tu hijastra, Blancanieves. Como la lluvia que precede a la tormenta, la ira estalla en mil pedazos. Y en su cerebro una idea obsesiva. La llevaré al bosque y allí la mataré. Pero no, yo sola no puedo. Tengo que encontrar un medio ¿qué podré hacer? La eterna ausencia del padre solo sirve para agravar tantos celos desatados. Ignorante, Blancanieves, baila feliz escuchando música como cualquier adolescente de su edad. Su desquiciada madrastra contrata un asesino que haga el trabajo sucio. Ella se lava sus manos, pero no la conciencia, que se debate entre la esquizofrenia que cabalga d

Cenicienta se libera

Ella se fue. Se fue porque estaba harta. Harta de aquella madrastra que le había usurpado el amor de su padre, su casa y su felicidad. Harta de unas hermanas postizas. Dos niñatas envidiosas, malcriadas y con aires de “it girls”, que se pasaban todo el día haciéndose selfies poniendo morritos y subiéndolos a instagram. Harta de estar todo el día hecha una esclava, explotada y maltratada. De aquella familia adquirida jamás obtuvo a cambio ni una sonrisa, ni una caricia, ni nada de nada. Amparada por la complicidad de la noche escapaba para hallar refugio en los brazos de su amada. Metro setenta de formas de besar sus lágrimas aliviando las cicatrices infligidas por las humillaciones de su madrastra. Solas en la intimidad de aquel cuarto, entrelazaban la felicidad entre los huecos de sus manos, esculpiendo versos con sus caricias y sus besos, jurando vengarse algún día de aquellas que envenenaban su felicidad. Y ese día llegó, como llega puntualmente ex