Solitario como alma errante en mitad de la noche, ve derramar las horas, los días y la vida, en aquel viejo reloj de arena. Bordeando apenas la locura, baila descalzo abrazado a su depresión. La tristeza es la eterna compañera de baile de aquel joven de cuerpo ingrávido, espectador a tiempo completo y eterno soñador. En su último acto ya no queda nadie, solo cuatro sillas vacías, las paredes llenas de recuerdos y unos rayos de sol deslucidos que atraviesan las rendijas de aquel polvoriento salón. Las estrellas ya no brillan en sus noches, se apagaron cuando ella se marchó dejando tras de sí la lluvia en sus ojos, y una tormenta de desesperación. ¡Danza, danza maldito! danza entre las flores raras de tu negra amargura, estrecha la cintura de tu pena por un amor desairado. Danza porque te olvidaste de vivir tu vida, viviendo del pasado y te rendiste sin condición. ¿Para qué quieres vivir infeliz? se pregunta en voz alta mientras mesa sus cabell...
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