Una eterna pregunta se la hace un día y al
otro también.
¿Por
qué elegiría al gato y no al ratón?
Aquél maldito día la sedujo con su
ronroneo prometiéndola noches de loca pasión. Ella-pobre incauta- encendida en
ardiente deseo decidió liarse el lazo rojo a la cabeza y dar el sí quiero, para
luego arrepentirse después.
Ella que presumía de belleza, ahora se bebe
las calles vendiendo su cuerpo por cuatro monedas que derrocha aquel gato
traidor.
Desde entonces, cada noche, tras maldecir
su mala hora, inyecta a su pequeño cuerpo grandes dosis de alcohol para olvidar
un momento esa mierda que impregna su vida y amortigüe la pena que la destroza
en pedazos sin compasión. En la farola
de la esquina, su dignidad se cambia de acera cada vez que la ve, ella herida
en su orgullo se maldice a ratos, y luego vuelve a beber.
¿Para qué querías marido maldita rata? se
maldice así misma.
¡Mírate infeliz! si tienes ojeras hasta en
el corazón de tanto llorar tu mala suerte. Con lo bien que estabas en tu
casita, sola pero con tu dignidad intacta, y ahora ¿qué eres? te lo diré yo:
solo eres una puta rata; puta y barata.
A veces reza sollozando entre mares de desesperación,
para que aquel ratoncito de ojos color azabache regrese y la rescate de las
zarpas de ese desgraciado. Pero aquel desconsolado ratoncito no regresa, el
gato hace meses que le alquiló una vida entre sus fauces y allí se quedó.
Hastiada de tanta mala suerte fue esta
mañana a comprar matarratas a la tienda de la esquina y por el camino repetía
una letanía: o él, o yo.
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Muy buen relato o más bien, una muy buena adaptación.
ResponderEliminarBesicos muchos.
Muchas gracias, me alegro de que te haya gustado. Miles de besos para ti.
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