Por qué le llamaban bestia si solo era un hombre con el corazón roto desde que el otoño le arrebatase de sus brazos lo que más quería. Desde entonces, sus días se tiñeron de gris y sus noches se volvieron un pozo oscuro y vacío. Nada le importaba ya, ni su hacienda, ni sus viejos criados, mucho menos su vida. Enfadado con el destino, con el mundo y consigo mismo dejó que el abandono poblara sus cabellos de greñas sin brillo y una barba sin principio ni fin, y entre tanta selva, unos ojos azules que no brillan; salvo cuando una lágrima huye por la ventana. ¿Dónde se fueron aquellos días felices? dime. ¿Dónde te escondes amor? El silencio no responde, solo se oye la tristeza susurrar en su corazón. Aún le quedaba aquel rosal de flores aterciopeladas, su rosal favorito, donde a veces conversa con ella, donde de alguna manera atenúa su dolor. Siempre hay un día en el que todo se pone patas arribas, y como todo lo imprevisible en esta vida, ese día ...