Hay días que no sé quién soy,
días en que me siento como una
pequeña gota
en la mitad del océano,
o estrella errante y solitaria
en la inmensidad del Universo.
Otros se me antoja
ser el viento
danzando entre hojas caducas
en la penumbra de un bosque
anunciando la llegada del invierno.
A veces, no soy
más que el lobo solitario
que canta en la noche
espantando sus miedos.
Pero al anochecer,
Morfeo me saca a bailar,
y yo me deslizo suavemente
al compás de las notas
que forman la banda sonora de mis sueños.
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