A veces la astucia y la picaresca conspiran para darle una lección de humildad a una vanidad altanera haciéndola añicos como cristal. Y eso fue precisamente lo que le sucedió a un vanidoso rey de un lejano país. Dos pícaros con cátedra en estafas y engaños decidieron hacer el no va más: engañar al rey para sorna de sus súbditos con una trama de suma cum laude, excelente a decir verdad. La descabellada promesa de un traje cuya visión es signo de inteligencia nubló la ofuscada mente de aquel vanidoso rey. Aquellos dos pícaros hacían uso de dinero y hacienda, el telar tejía en la penumbra telarañas en soledad. El subconsciente que a veces es el más consciente dio el aviso, el rey envió a dos hombres de confianza para despejar esa duda que le corroía y que tanto le costaba admitir. La autoridad hizo acto de presencia en el escenario de aquel viejo telar. Los dos pícaros daban puntadas al aire cosiendo la estupidez de toda la corte, hilvanando también la forma...