Siento hartazgo de tanto borrego fanático, que a pesar de las pruebas del delito niegan lo evidente si el culpable le es simpático. Hartazgo de vendedores de humo sentados en sofás de cuero, que no son más que niñatos pijos maquillados de revolucionarios; aprendices de lobos con piel de cordero. Hastío o desencanto, ya no sé lo que siento, quizás sea asco; asco de ver a tanto hábil mentiroso, vendiendo promesas que no cumplirán. Asco y horror, ante asesinos fanáticos religiosos, impregnados de dogmas medievales y cerriles, carniceros de víctimas inocentes bajo el auspicio de una fe. De una fe tiránica y ciega, quemando y degollando inocentes, justificando lo injustificable en la crueldad de su “fe”. Asco de todo, de un mundo podrido que retoza en su propia podredumbre, sordo y ciego, inmóvil y cobarde que se esconde del peligro apenas lo ve. Que ignora a los débiles, a las víctimas y a todo el ...