No te
engañes,
Caperucita
no era esa niña inocente
de rubias
trenzas
y
calcetines de algodón.
Era una
joven
con poses
de “lolita”
capaz de
hacer aullar a la luna
y encender
al lobo al anochecer.
Aquella
tierna joven
aprovecha las
ausencias de su abuela
para
desatar sus húmedas fantasías
en la
cabaña del bosque.
Y aquel
lobo
preso de la
lujuria
se la come
una noche,
y a la
noche siguiente también.
Cómplices y
amantes
juegan
entre exclamaciones
y verbos,
cuyas claves se
desnudan
entre los pliegues
de las
sábanas y el colchón.
Abuelita,
abuelita ¡qué boca más grande tienes!
Acercándose a escasos milímetros de sus labios.
Es para
comerte mejor.
Abuelita,
abuelita...¡Abuelita, esto no es lo que parece!
O sí, pero
no.
Y he ahí
que aparece la abuela
sorprendiéndolos
a los dos.
Pero mayor
sorpresa se llevan la joven y su amante lobo
cuando tras
la abuela
aparece en
tanga el guardabosques
y también
el leñador.
Abuelita,
abuelita ¿pero cuántos amantes tienes?
No sé; o uno, o dos.
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¡¡¡Jajaja, Isa, esto es muy bueno, y el final con la abuelita ya es el despipote, la traca, el fundamento de toda la historia... la mujer ha perdido totalmente, no solo la noción del tiempo, sino la de cuantos amantes tiene...!!! (Y)
ResponderEliminarSigue con los descuentos que esto no tiene precio... :D
Besos encantados.
Pues ni te imaginas lo que tengo pensado para Cenicienta...agárrate que vienen curvas jajajajaja
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