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50 sombras de Caperucita

No te engañes,
Caperucita no era esa niña inocente
de rubias trenzas
y calcetines de algodón.
Era una joven
con poses de “lolita”
capaz de hacer aullar a la luna
y encender al lobo al anochecer.

Aquella tierna joven
aprovecha las ausencias de su abuela
para desatar sus húmedas fantasías
en la cabaña del bosque.
Y aquel lobo
preso de la lujuria
se la come una noche,
y a la noche siguiente también.

Cómplices y amantes
juegan entre exclamaciones
y verbos, cuyas claves se
desnudan entre los pliegues
de las sábanas y el colchón.
Abuelita, abuelita ¡qué boca más grande tienes!

Acercándose a escasos milímetros de sus labios.

Es para comerte mejor.
Abuelita, abuelita...¡Abuelita, esto no es lo que parece!
O sí, pero no.
Y he ahí que aparece la abuela
sorprendiéndolos a los dos.
Pero mayor sorpresa se llevan la joven y su amante lobo
cuando tras la abuela
aparece en tanga el guardabosques
y también el leñador.
Abuelita, abuelita ¿pero cuántos amantes tienes?
No sé; o uno, o dos.

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Comentarios

  1. ¡¡¡Jajaja, Isa, esto es muy bueno, y el final con la abuelita ya es el despipote, la traca, el fundamento de toda la historia... la mujer ha perdido totalmente, no solo la noción del tiempo, sino la de cuantos amantes tiene...!!! (Y)
    Sigue con los descuentos que esto no tiene precio... :D

    Besos encantados.

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    Respuestas
    1. Pues ni te imaginas lo que tengo pensado para Cenicienta...agárrate que vienen curvas jajajajaja

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