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El beso


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Todo sobre Hansel y Gretel

Añadir leyenda   Cuando los celos obsesivos y enfermizos gobiernan sobre un amor devoto y ciego, no hay orden que equilibre al caos que se avecina. Y es aún peor cuando esos celos clavan sus garr as sobre dos almas puras e inocentes.       Pasó lo que nunca debió de pasar. Que aquella madrastra, cuyas entrañas no gozaban del fuego de la maternidad decidió cargarse de argumentos para deshacerse de esos niños que ella nunca parió. No soportaba sus risas, sus llantos, ni sus juegos y mucho menos que le disputaran el amor de su marido, un leñador apocado y sin carácter.      El machaconeo incesante sobre la falta de recursos para alimentarlos decidió resolverlo con la idea delirante del abandono. Y aunque la sangre le llamaba a proteger a su sangre, aquella mujer que no era suya, más bien él le pertenecía a ella en cuerpo y alma, ya había dictado sentencia e impuesto la pena sin juicio, ni defensa.       Decidieron en la noche planear el modo y la forma, pero las almas

El amor ni se compra, ni se vende

Ya no me dueles como antes

Ya no me dueles como antes. Ya no siento esa ansia por vadear los caminos de la incertidumbre. No siento el febril impulso de asomarme al abismo de la tristeza y dejarme caer, y caer. De flirtear con la guadaña de la parca, para abandonarme en sus brazos. En algún momento, nunca supe por qué un ángel se apiadó de mí y en mi caída libre me señaló una puerta. Mi curiosidad ganó la partida, y  entonces abrí aquella puerta, y una luz de cordura me arrancó de los brazos del mundo de  las sombras. Aún me sigues doliendo, tengo que admitirlo; pero no como antes. Mi corazón ya está encallecido y las heridas ya no me duelen. Me duele la ceguera que padecí, me duele aquella estúpida devoción hacia un cuerpo sin alma y sin remordimiento. Me duele mi ingenuidad, la lealtad sin condiciones que te profesé y que jamás me devolviste. Me duelen las horas que pasé esperando una simple muestra de cariño,  y me duelen tus migajas; pero más me duele haber confiado mi c